En un instante el barrio se enmudeció. Una sombra cruzó por mi costado y me apuñaló en la respiración. Sí, se fue la luz. Lo cierto es que en tales circunstancias a todos nos apremia la hora en que nos cortan la electricidad. ¿Cuándo terminará?
«Si no se toma en serio el trabajo de políticas públicas, enfocado de una manera integral, variables climáticas, sectores productivos; realmente le veo que vamos a tener un caos».
Las sombras vuelven.
Recordé entonces, de los libros de mi tierra, que en 1963 nació la Cooperativa de Electrificación Rural de Santo Domingo de los Colorados, la primera en Ecuador y Latinoamérica en cuanto a su modelo de gestión de energía eléctrica.
En aquella época, Santo Domingo era una parroquia rural de Pichincha. Recibía poco apoyo de las autoridades, se iluminaba mediante lámparas de keroseno en la noche y necesitaba luz con urgencia para sus crecientes hogares, negocios e industrias agropecuarias.
Pero gracias a los sueños en común y al esfuerzo con plata y persona de los habitantes, se forjó la institución. Así, basada en la Cooperativa de Kentucky de Estados Unidos, llegó la electricidad mediante generadores a combustible.
Han pasado más de 60 años, tiempo en el que se transformó, y en la actualidad forma parte de una amplia red del sector. De acuerdo con el Plan Maestro de Electricidad (2024), el país tiene 139 centrales de generación eléctrica incorporadas al Sistema Nacional Interconectado (SNI) y otras 188 no incorporadas. Estas últimas proveen a lugares de difícil acceso o a petroleras y mineras.
Dentro del SNI, 69 centrales corresponden a hidroeléctricas y 41 a termoeléctricas, que deberían abastecer al territorio ecuatoriano con alrededor del 97 % de la potencia total de la nación según el CENACE (2023), operador técnico del Sistema.
Y a pesar de esa enorme infraestructura, hoy vivimos con hasta 14 horas diarias de apagones. O de temores. Por las pérdidas de los negocios, el aumento de la inseguridad y la prolongación de la sequía. Por el día en que nos llegue ese juicio final.
El origen de las sombras.
Encontré un pequeño espacio de luz para reunirme en línea con Teresa Palacios Cabrera, doctorada en Agua y Desarrollo Sostenible y especializada en cambio climático y recursos hídricos.
Trabajó de 2012 a 2014 en calidad de consultora ambiental para CELEC EP, empresa pública que genera y transmite la energía. Allí conoció cara a cara los proyectos de las centrales hidroeléctricas Manduriacu (Pichincha) y Quijos (Napo). La primera permaneció fuera de operación hace unas semanas por acumulación de sedimentos. Y la segunda, abandonada desde 2015.
La Dra. Palacios enfatiza que la falta de una planificación previa a la crisis y de un manejo adecuado de las cuencas hidrográficas donde se ubican las centrales, causó un problema sistemático. Y se agrava porque la proyección indica que habrá mayores impactos por el incremento de la temperatura y la variación en las precipitaciones.
En su análisis quiere decir que falta una planificación considerando la variable del cambio climático. Y falta una estrategia que permita adaptarnos a estas realidades cada vez más intensas. En consecuencia, sufrimos apagones prolongados.
Al respecto, el Gobierno publicó el año pasado el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (aquí puedes conocer sobre el tema con la película Dune). El plan resalta la importancia de implementar medidas preventivas y prospectivas en sectores priorizados, entre ellos el hídrico y el productivo-estratégico en los cuales entra la generación eléctrica para evitar apagones. Por supuesto, una cosa es presentar un plan y otra ponerlo en marcha.
Aún hay esperanzas. Para la Dra. Palacios, en resumen, las soluciones principales serían:
Se observa que implica un trabajo holístico, largo y con participación de todos los actores claves a fin de precaver mayores impactos en el futuro. Pero ¿cuál sería la solución inmediata en medio de las sombras? Parafraseando a la especialista: partir de los recursos que contamos y promover las demás formas de energías renovables.
La luz verde salva.
«Tenemos condiciones para generación geotérmica como en Tufiño-Chiles y en Chachimbiro. Tenemos también gran parte de biomasa».
«En zonas donde podemos aprovechar la energía solar, se debe incentivar la implementación de los paneles solares fotovoltaicos».
«En zonas costeras y de valles se puede implementar centrales eólicas, como las de Huascachaca, de Villonaco y de las islas Galápagos».
La Dra. Palacios clarifica el escenario. En distintas palabras, Ecuador posee un gran potencial diversificado que se desaprovecha. Sin olvidar que a alguien por ahí se le ocurrió la idea de invertir en energía nuclear cuando el país carece de planificación, la minería está en controversia y los riesgos son altos.
Al contrario, al 2023 se registraron 24 centrales fotovoltaicas, 3 de biomasa, 2 eólicas y 2 de biogás conectadas al SNI, sin contar las centrales no incorporadas y los proyectos en ejecución o espera. Existe la experiencia. Si bien representan muy poco en comparación a las hidráulicas y térmicas, el Plan Maestro de Electricidad promueve las renovables en sus objetivos, políticas, estudios y proyectos.
«En el caso de bioenergía hay que ubicar la implementación en zonas de grandes plantaciones como los ingenios azucareros que generan grandes cantidades de bagazo que sirve como combustible. Además, resuelve la gestión de residuos».
Incluso estas energías renovables se desempeñan a nivel local e individual: empresas, negocios, barrios, comunidades y viviendas. Según la especialista, en cada hogar podríamos sustituir al menos un 30 % de la demanda por energías alternativas para evitar cargar toda la presión al SNI. Se podría realizar un trabajo conjunto con el Gobierno en abaratar costos y dar facilidades a la gente para que implementen poco a poco paneles solares térmicos y fotovoltaicos.
Asimismo, que se bajen costos de las baterías y los accesorios. Aunque, surge un nuevo inconveniente: los residuos generados. Por lo que se debe fomentar la economía circular en la disposición final, como dar a las baterías un tratamiento para prevenir problemas de contaminación. Depende de una política integral y un trabajo conjunto.
Otra razón de esta propuesta nace del uso reciente de generadores a combustible. La Dra. Palacios señala que teníamos una matriz energética relativamente limpia; ahora las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) se han incrementado debido a los generadores en casas, tiendas, negocios y empresas.
Por otro lado, la energía hidroeléctrica también corresponde a las renovables y el país goza de corrientes de agua, ¿por qué ahora la estamos haciendo a un lado?
La respuesta de la especialista: «Ese es el problema que tenemos con el Coca-Codo Sinclair. No podemos arriesgarnos a implementar proyectos tan costosos cuando sabemos que vamos a tener condiciones climáticas adversas. Pero las medianas, pequeñas y minicentrales son una buena alternativa en zonas donde, con estudios y proyecciones climáticas, nos garantice la disposición del recurso hídrico».
Algo o alguien impide la luz.
Ya sabemos que se hallaron irregularidades millonarias en la mayoría de las colosales hidroeléctricas del país. Pensándolo bien, no se expanden las pequeñas centrales pues resultaría fácil descubrir actos de corrupción.
Mi preocupación recayó poco en las diferentes causas de la crisis eléctrica. El asunto se alberga en la gestión de las soluciones que se hallan a la mano. La Dra. Palacios está de acuerdo en que el mal manejo técnico, los intereses políticos y la corrupción corresponden a factores que hoy le pasan factura a la nación.
«Hay que hacer un llamado a que las cosas se deben manejar desde un punto de vista técnico y político, pero político para la toma de decisiones, de estudios, con expertos».
Además, se suma el papel multidisciplinario e interinstitucional. En sus palabras, la academia tiene responsabilidad en realizar investigaciones y proyectos en relación a las necesidades energéticas. Generar conocimiento, proporcionar información y difundir a instituciones públicas y tomadores de decisiones para que puedan solventar la crisis.
En definitiva, los apagones también recaen en la mala administración, la falta de vinculación de actores claves y, comparto con ella, en que «cada vez crece más la demanda y para eso hay que estar sobre la marcha. Y sobre la marcha tomar las medidas importantes que nos permitan diversificar la matriz energética».
Esto nos retorna a la Cooperativa de Electrificación Rural de Santo Domingo. Cayó en una situación muy precaria. La de Kentucky tuvo éxito ya que sus socios vivían en otro contexto social y político. La de Santo Domingo tuvo que sostenerse en los aportes económicos del Instituto Ecuatoriano de Electrificación (antecesor de CELEC), de la Asociación Internacional de Desarrollo y de hasta la misma Cooperativa de Kentucky para la construcción y mantenimiento de la infraestructura eléctrica.
Para ello se debía reformar la planificación, las políticas y la estructura orgánica y administrativa, así como integrar al sector agropecuario, campesino y ciudadano.
Que el Estado debía tomar control de la generación, transmisión, distribución y comercialización de la energía eléctrica.
En los años 70 a 80, se planteaba que la electrificación rural no podía ser independiente.
Sucedió y funcionó. La Cooperativa se convirtió en la Empresa Eléctrica Santo Domingo S.A. (EMELSAD) y por último pasó a ser una Unidad de Negocio de la Corporación Nacional de Electricidad (CNEL) del Gobierno. De tal forma potenció su alcance a nivel regional.
Aunque recordemos que los tiempos cambian: la economía, la sociedad, la tecnología, la política y el clima. Hoy el contexto avanza distinto y el modelo eléctrico actual falla. El Estado perdió la capacidad de asumir el control total. Se debe reformar otra vez, así como integrar a los académicos, analistas y técnicos en la materia. Sin embargo, seguimos impedidos. La Dra. Palacios lo reitera: descentralizar la generación energética.
El apagón final.
Entonces, ¿llegará el día en que nunca más nos atemoricen los apagones?
Al igual que ella, estoy convencido que sí. Siempre y cuando evitemos apostarles solo a las energías alternas o solo a la hidráulica y térmica. Dio el ejemplo de que, en Dinamarca y Alemania existe un mayor uso de energía eólica. O China, que dispone de grandes centrales de paneles solares.
«Apostarle a que la energía renovable sea en mayor porcentaje, pero no la única porque las condiciones climáticas están cambiando. Tenemos que depender también de energía térmica. No estoy diciendo que sea total la generación, pero sí debe ser la reserva que debemos tener».
Ahora regresó temporalmente la luz; puedo ver que necesitamos urgente diversificar y descentralizar. Reorganizar y planificar. Actuar y poner en marcha el Plan Maestro de Electricidad actualizado, el Plan Nacional de Adaptación y las recientes políticas energéticas.
«No podemos improvisar y dar soluciones parche cuando no tenemos una planificación porque esto seguro lo vamos a volver a tener el próximo año. Y si no se toman medidas que sostengan el tema a largo plazo, vamos a tener problemas mucho más graves».
Nos incomoda vivir sin energía y sobre todo nos indigna que jueguen con el pueblo. Como en la película ecuatoriana Sin muertos no hay carnaval, el abogado Terán desde lo alto de un poste: «Esta luz es lo mínimo que puedo darles. Un poco de seguridad y tranquilidad», mientras estafaba a los pobres.
Por tanto, nos pronunciaremos y aprovecharemos las horas sin electricidad, lo mejor emerge desde la oscuridad. De ese modo materializaremos la esperanza del día del apagón final.
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Autor: Paul Velarde. Ingeniero ambiental y técnico en adaptación al cambio climático.
Entrevistada: Teresa Palacios Cabrera, PhD en Agua y Desarrollo Sostenible.
Fuentes bibliográficas: